La Coordinadora d’Entitats de Tarragona tiene una década y media de vida. Nació pequeñita, gracias al impulso de diecisiete entidades, pero ha ido creciendo hasta el día de hoy, en que podemos decir que ya somos un agente de lucha importante en el territorio. En la última comida de Navidad, estuvieron representadas unas cincuenta, de las más de cien asociaciones que forman parte de la CET a día de hoy. Cada vez somos más: con más ganas y menos paciencia.
Como es tradición, durante el acto pronuncié algunas palabras para hacer balance del año que se acaba. Empezaré por la parte negativa. En nombre de la Coordinadora, manifesté nuestra decepción al darnos cuenta que, a pesar de haber impulsado y asistido a decenas de reuniones, a pesar de la cantidad de tiempo y energía invertidos, a pesar de años de reivindicar temas sociales, de urbanismo y de emergencias ecológicas; a pesar del compromiso de muchos representantes políticos, nos damos cuenta de que se han materializado muy pocos cambios.
Si hay algo que no quieres que se haga, llévalo al pleno. De todas las reivindicaciones en las que hemos ido trabajando durante estos años en la CET, un buen número se han llevado al pleno en forma de moción. Incluso muchas se han aprobado. Sin embargo, ni un 80% de las mociones tratadas y aprobadas en el Ajuntament de Tarragona se han llevado a cabo. Ojalá existiera un mecanismo de control (¿un plazo máximo de tiempo?) para poder denunciar por fraude, cuando este tipo de compromisos no se cumplen.
En Tarragona tenemos atascados temas de ciudad importantes como la Ciutat Residencial, el problema de aparcamiento en la Platja Llarga, el estudio epidemiológico, la necesidad de crear un órgano tan democrático como el Consell Ciutadà, el parking de Jaume I, las barreras arquitectónicas. Un sinfín de compromisos y buenas palabras, pero pocas actuaciones. ¿Qué hacemos, ahora? ¿Tiramos la toalla y nos vamos a casa o buscamos nuevas tácticas que generen más impacto? Lo tenemos claro.
Por último, queremos pedir al nuevo año (y a la nueva década) que las administraciones cuiden más a las asociaciones. La salud y la riqueza de ciudades y territorios pasan por una buena y variada red de entidades. Y es por eso que ayudarlas tiene que ser una prioridad para las administraciones públicas (para todas, no solo para los ayuntamientos). Darles apoyo sin fisuras, asesoramiento, facilidades. Pedimos que los trámites con las administraciones no sean tan complicados o que, al menos, las entidades puedan contar con personal funcionario a quien recurrir. No hablamos de dinero, sino de apoyo administrativo y material. La CET, sin ir más lejos, hace años que pide un local donde desarrollar todas las actividades que querría poner en marcha.
Que cierren entidades siempre es una mala noticia, igual que el hecho de que lo haga el pequeño comercio. Por favor, por lo menos que no se deba a la falta de voluntad política….
La parte positiva del balance es que son las personas las que hacen cambiar las cosas, y el tejido asociativo se compone de personas. El factor humano es la clave de todo.
¡Por un 2020 bien guerrero!